No hace muchos días, mi amigo Lulú, compañero ugandés, conocido por muchos de vosotros, me decía un proverbio africano, que consideré oportuno traerlo a esta reflexión: "Yo soy porque tú eres". Creo que es una de las mejores expresiones para definir la solidaridad, por muchísimas razones, porque me hace consciente de que existen los demás, porque son los demás los que me hacen y me definen y porque, aunque yo fuera por mí mismo todo lo imaginable, no sería nada sin el tú, sin el vosotros. Es por esto que la responsabilidad que tengo de ser yo pasa por la responsabilidad de que los demás también sean. Esto significa que mirar por los otros, trabajar con los otros, vivir para los otros, en definitiva, me hacen a mí más persona, es mirar por mí, trabajar para mí y vivir con mayor dignidad. Así he entendido yo la solidaridad, como la construcción armónica de toda la sociedad, con plenitud de derechos, en armonía con la naturaleza, recreando un planeta común, la Tierra.
En estos momentos en que estamos inmersos en una situación social, política y económica, donde los términos más escuchados, y que parece son los valores que nos han motivado, son desestructuración, deterioro, corrupción, estafa, términos que constituyen un verdadero atentado contra la democracia y, por ende, contra la dignidad humana, me imagino que hablar de "Yo soy porque tú eres" debe sonar como mínimo a chino, debe ser cosa de ilusos, románticos trasnochados, idealistas con alas de ángeles...
Pero, afortunadamente no es así; en estos momentos, sólo desde nuestra ONGD SOLMAN, una veintena de jóvenes y no tan jóvenes, chicos y chicas, hombres y mujeres, unos que ya están y otros que están para marchar, sí han pensado y piensan en los demás. Van a estar un mes, dos, tres, seis meses en países como Togo, Honduras y El Salvador y no precisamente de vacaciones en preciosos hoteles, bungalows o en las sensuales y deliciosas playas caribeñas, sino inmersos en la vida cotidiana de los más pobres –empobrecidos- de cada uno de esos países compartiendo sus problemas, sus ilusiones, esperanzas y sufrimientos y aportando ese poquito o ese mucho de humanidad, que desde los países "ricos de occidente" les hemos arrebatado.
Son nuestros cooperantes, quienes, año tras año y gracias a programas como el que desarrolla la Diputación de Ciudad Real, nos aportan a este mundo envejecido y egoísta un hilo de esperanza, una pequeña luz en el horizonte anunciando que no todo está perdido, que hay muchas personas que quieren – queremos- otro mundo posible y necesario y lo hacen no sólo con el deseo y las palabras, sino invirtiendo parte de su tiempo en llenarse de otras realidades, las cuales, ya nunca, les dejarán indiferentes. Viven en primera persona la inmoralidad de la pobreza, la hipocresía del primer mundo, los desmanes y tropelías que, contra pueblos y naturaleza, perpetran "nuestras grandes empresas".
Pues sí, un año más, desde SOLMAN felicitamos a nuestros jóvenes y a todas las personas, que frente al egoísmo del yo, mi, me conmigo y para mí, se plantean establecer un tipo de relaciones con los demás y con la naturaleza desde posicionamientos diferentes, donde primordialmente funcione la racionalidad, el sentido común, las personas frente a todo lo demás. Y es cierto que en nuestro país también hay pobreza, problemas e injusticias, pero por eso, porque esas situaciones hay que combatirlas estén donde estén. La dignidad humana no puede quedar limitada por ninguna frontera.