, inició su andadura en diciembre de 1994. Con tristeza, tenemos que decir que el mundo no está mejor que entonces y no sólo porque, en los últimos tiempos, el fenómeno del terrorismo nos haya tambaleado y sumergido a todos en la incertidumbre, sino que el mundo está peor porque cada vez es más desigual. La famosa brecha entre ricos y pobres, en vez de estrecharse, se ha ampliado y el resultado es que, en la actualidad, hay más pobres, más pobres y menos ricos, más ricos.
La ampliación de cientos y miles de programas destinados a combatir el hambre y la pobreza en el mundo y a crear las condiciones para el desarrollo, emanados desde las instituciones internacionales como la ONU, FAO, UNICEF, etc... o las distintas confesiones religiosas o el gran número de ONG, no han dado los resultados que cabría esperar, seguramente porque no pueden darlos, pues, como norma general, la inmensa mayoría de programas y proyectos están destinados a las consecuencias de la pobreza y son muy pocos los que se destinan no sólo a combatir la pobreza, sino las causas y raíces que la generan. Y mientras la raíz esté dañada, no obtendremos frutos satisfactorios.
Se trata de una concepción del mundo diferente, en el que se trabaje por el desarrollo sostenible para todas las personas y para todos los pueblos en armonía con la naturaleza. Se trata de iniciar las bases de ese Otro Mundo posible y necesario a través de la educación de nuestros niños, nuestros jóvenes y de nosotros mismos, donde las relaciones humanas estén por encima de las relaciones mercantiles o comerciales.
Uno de nuestros slogan durante todos estos años ha sido el siguiente: “Para no perder el Norte, mira hacia el Sur”, donde lo único que queremos decir es que el problema es de todos: del Norte y del Sur, es decir, que no podemos permanecer impasibles los habitantes de los países del Norte, acumulando cada vez más elementos de “bienestar”, mientras los habitantes del Sur, que son cuatro o cinco veces más, nos miran muriéndose de hambre y acumulando cada vez más elementos de “malestar”. El problema es global y la solución también tiene que ser global, y es aquí y desde aquí, desde donde se debe plantear el gran reto de las ONG, en descubrir cuál es el verdadero problema y hacerlo saber a la sociedad, de tal manera que se convierta en problema social y sea entonces cuando se le preste verdadera atención.
Destinar fondos a la cooperación es totalmente necesario y, afortunadamente, estamos en una Comunidad Autónoma en la que nuestros políticos se lo han tomado en serio, sin embargo tenemos que ser conscientes de que sólo estamos aliviando el sufrimiento de un número mayor o menor de personas o de pueblos y mejorando, de igual manera, sus condiciones de vida, pero la pregunta es si estamos modificando las condiciones del país de tal modo que, sin depender de la ayuda externa, pueda generar su propio desarrollo, pues, de lo contrario, no estaremos ayudando a un desarrollo sostenible, sino que, además estaremos afianzando y ampliando la dependencia.
Durante todos estos años, desde la pequeñez de sus actuaciones y desde la humildad de sus planteamientos, hemos intentado caminar por esos derroteros. Hemos canalizado fondos, a través de los cuales hemos ejecutado proyectos que han aliviado los sufrimientos y mejorado las condiciones de vida de las personas y pueblos a los que hemos llegado, pero somos conscientes de que, siendo muy importante, eso es lo que hacemos. Es, quizás, a través de nuestros programas de cooperantes y de educación y sensibilización, donde tratamos de desarrollar ese elemento crítico que nos lleva a ver que el problema del desarrollo es un problema también económico, pero, fundamentalmente, es un problema político.
Nuestro propósito para los próximos años es continuar profundizando en estas líneas de actuación y estar abiertos a todo aquello que nos pueda aportar luz y eficacia, por lo que, una vez más, os invitamos a compartir con nosotros vuestras opiniones y sugerencias.